miércoles, 5 de marzo de 2008

LA CULTURA DEL FRACASO ECONOMICO




No podemos negarlo... sin lugar a dudas hay un problema que existe entre muchas personas y el desarrollo económico.
Ese problema de no poder lograr una mejoría económica sostenida, resulta a simple vista, ser un problema denso y bastante generalizado.

No tiene una sola causa, ni reconoce a un solo grupo de la población como "víctima", sino que se presenta como un fenómeno complejo, difuso, lleno de aristas que hacen casi imposible la enunciación de reglas generales.

Podríamos empezar por comenzar la observación en un segmento social mas bien reducido, como podría ser el agrupamiento humano de una provincia de escasa población del norte argentino, como podría ser Santiago del Estero.
Podemos analizar que es la riqueza, cuales son los modos de generarla desde el plano de trabajar para otro o para sí mismo, cuales son los factores que "licuan" los réditos, cuales son las causas que generan la cultura de la atrofia en el desarrollo, cual es el grupo social más afectado, y finalmente, extraer algunas conclusiones.

Qué es la riqueza?
Basta con una mirada rápida, para advertir los niveles de desarrollo económico en los bienes de uso (vivienda, vehículos, activos bancarios), y se podría ir mucho más allá , pero a los fines de este intento de introducción en el problema, podemos basarnos en eso: es decir, plantear el fenómeno social del desarrollo económico de una manera muy básica, siguiendo a Robert Kiyosaki: la riqueza entendida como la cantidad de dinero o recursos que permitan medir cuanto tiempo una persona podría llegar a vivir si dejara de trabajar hoy mismo.

Ese es el punto: "Para saber cuan rico sos, decime cuanto tiempo podrías vivir si no trabajaras más desde hoy".

Entonces, partiendo de esa base (si se quiere, arbitraria y primitiva sobre lo que es la riqueza) podemos tomarla como un paradigma, para ver quien se ajusta a ella y quien no.

Ante ese enfoque, se descartan conceptos tales como el ingreso per capita concebido en los par metros "standard", porque justamente se trata de analizar la riqueza acumulada (ya sea bajo forma de ahorro o de renta) y no la riqueza potencial o futura. No cuentan entonces, para este análisis, los sueldos a cobrar, ni las ganancias que dependan de una actividad ejercida como trabajo.

Y a poco de evaluar esta premisa, el resultado termina siendo desalentador: la enorme mayoría de las personas no puede vivir ni siquiera un mes si dejara de trabajar. Y no estamos hablando de un 50% (lo cual sería bastante), sino de una proporción mucho mayor. Ni siquiera el 20% de la población entra dentro del concepto de riqueza como previsión.

Empleados, dueños, autónomos e inversores
Es útil recurrir a la estratificación que realiza el citado Kiyosaki sobre las distintas maneras que tienen las personas para generar un ingreso para vivir. Kiyosaki las clasifica en cuatro grupos: Empleado, Autónomo, Dueño e Inversor.




Empleado: Percibe un ingreso fijo , normalmente mensual, y esa es su única fuente de capitalización. Desde el punto de vista psicológico es menos propenso al riesgo y a la iniciativa y tiende a amedrentarse con facilidad ante cualquier decisión que pueda implicar un riesgo de perder su única fuente de ingresos. Normalmente no ahorra, gasta hasta el límite de su ingreso y es proclive a contraer créditos. Suele tomarse vacaciones hasta el último día que legalmente le corresponda. Suele ser aficionado a juegos de azar que le permitan la posibilidad de mejorar drástica y mágicamente su situación económica.

Autónomo: Percibe un ingreso variable que depende exclusivamente de su trabajo. Toma decisiones estrictamente sobre su actividad. No tiene empleados que dependan de el. Es mas propenso al riesgo que un empleado. Suele ser muy ahorrativo y escasamente se toma vacaciones, porque las identifica con la pérdida de ganancias.

Dueño: Percibe un ingreso variable que depende exclusivamente de su trabajo y de sus empleados. Tiene empleados que dependen de el. Toma decisiones sobre su actividad y sobre sus empleados. Es propenso al riesgo. Suele ser ahorrativo y suele tomarse vacaciones (porque su negocio sigue funcionando aunque ‚él no esté, pero normalmente no son muy extensas).

Inversor: Percibe un ingreso variable, derivado de las utilidades de su capital invertido en determinados negocios. Toma decisiones generalmente sobre el uso de su capital. No tiene empleados que dependan de él. Suele ser ahorrativo, pero en miras a capitalizarse para realizar nuevas inversiones. Es muy propenso al riesgo. Suele tomarse vacaciones en forma irregular, sin sujeción a épocas ni fechas determinadas.


Obviamente que estas estratificaciones son "móviles". Nadie que se encuentre en una estratificación está condenado a morir en ella. Se puede pasar de ser Dueño a Inversor, o cualquiera de ellas.
E inclusive , se puede estar en más de una estratificación al mismo tiempo: por ejemplo, se puede ser empleado durante un horario determinado y tener un negocio propio en otro horario o una inversión.

Uno se pregunta...¿Cuál será la categoría o estratificación más difícil de alcanzar?
La respuesta normal sería la de Inversor, o sea, pasar de Autónomo o de Dueño a la categoría de Inversionista...

PERO NO ES ASI!!!

La experiencia demuestra que la mas difícil de todas, la más rígida y paradigmática, es la situación del Empleado.
La más difícil de lograr es la de movilizar al Empleado a cualquiera de los otros estratos.


(Antes de proseguir, nos consideramos obligados a aclarar, que no se trata de ninguna manera de desmerecer bajo ningún punto de vista, la condición de empleado privado ni público. Como toda actividad humana lícita, ejercida con dignidad y responsabilidad, nos merece el mayor de nuestros respetos. Precisamente, por regla, casi todos somos o hemos sido, empleados de alguien. Y la mejor manera de aprender y capacitarse para un emprendimiento propio, siempre ha sido históricamente, la actividad de trabajar para otra persona. Es, sin dudas, la mejor escuela posible, y una elección de vida totalmente respetable. Solamente pretendemos señalar en estas líneas, las conductas que conspiran contra el desarrollo, y que se manifiestan también en la situación de quien trabaja en relación de dependencia. No es un problema que pase por ser empleado, sino por la mentalidad de muchas personas que además, son empleados. )

Volviendo al "salto" de la situación de empleado a cualquier otra estratificación de Kiyosaky, se advierte que esa movilización demanda demasiada energía (tanto material como espiritual), porque por regla, el que se encuentra en la matriz de Empleado, está muchas veces a disgusto en esa situación, pero normalmente hace muy poco o casi nada por modificarla.

No se trata de una cuestión de preparación técnica, porque son sobrados los ejemplos de empleados eficientísimos que uno no se explica porque no ejercen por su propia cuenta su oficio, pero sin embargo, muy rara vez lo hacen.

Es todo un tema.

Nos viene a la mente el ejemplo del hachero, que es capaz de cortar decenas de troncos por día a cambio de una magra remuneración que le paga casi siempre, una persona que la mayor parte de las veces, no sabe hachar.
La lógica diría que ese mismo hachero podría cortar leña para sí mismo y venderla ‚él mismo o una persona de su familia y así obtendría un rédito muchísimo mayor que el sueldo que percibe.

Lo mismo podría decirse del maestro pizzero, que tiene una idoneidad total para hacer pizzas para el dueño del establecimiento, pero que no es capaz de munirse de un horno propio en su casa, conseguirse un celular y vender pizzas a domicilio por medio de un servicio de cadetería.

Ejemplos sobran.

Y lamentablemente, el tema no se circunscribe a tareas primarias ni a oficios, sino que asciende hasta la labor intelectual, muchas veces , de alto nivel de complejidad y preparación académica.

Hemos podido conocer excelentes profesores de inglés, (por ejemplo) que han preferido trabajar por un sueldo bajo en colegios, en vez de asociarse y fundar un instituto, o al menos dar clases particulares en sus casas, renunciando conscientemente o no a un margen mucho mayor de ganancia...con riesgo incluido..

Lo mismo puede decirse de abogados excelentes, que prefieren trabajar arduamente para el Estado, a cambio de una remuneración, sin siquiera intentar abrir un estudio jurídico propio para atenderlo a la tarde.

Y la lista sería interminable, siempre describiendo ese porcentaje que supera al 80% de las personas que trabajan.

¿Por qué ocurre eso? Cual es la razón por la cual se impone esa actitud de buscar la situación de empleo en forma exclusiva y evitar, deliberadamente o no, la iniciativa, el emprendimiento, la búsqueda de la ganancia?

¿Existen personas condenadas a no progresar?



De verdad que es muy difícil contestar a esas preguntas.
Podría especularse, parafraseando a Crossman, en una actitud psicológica de búsqueda de la seguridad a toda costa, aun cuando ello implique la renuncia determinados grados de libertad.

Quizás sea eso...


Pero ... Porqué‚ algunos parecen nacer con tendencia a asumir riesgos, a desarrollarse independientemente, y en cambio otros parecen ser "subrodinados natos"? Hay acaso un componente de libertad ínsito en algunas personas y en otras, una vocación por no ser libres?

No parece ser razonable esa distinción.




No se trata de una cuestión biológica, o psicobiológica.

Porque cualquier examen que se realice de dos personas, difícilmente permita advertir, que una esté determinada indefectiblemente a cumplir órdenes y otra a mandar.

La experiencia histórica de cientos de miles de casos de personas que empezaron pobres y llegaron a alcanzar la prosperidad, demuestra que nadie está "condenado" a depender inevitablemente de otro de por vida. Salvo casos extremos de discapacidades mentales gravísimas, nadie nace con un factor biológico que le impida inapelablemente desarrollarse.

Queda claro entonces: No es la biología, no es un estigma genético.
La cuestión, indudablemente, pasa por otro lado.

Entonces, una aproximación a la determinación concreta del problema, nos lleva (felizmente) a descartar de plano a la biología y por eliminación, si el problema no es biológico, ni genético, entonces se presenta abordable por el aspecto cultural.

El desarrollo como elemento de voluntad
Definitivamente, para lograr el desarrollo económico, es fundamental querer hacerlo. Salvo los casos de quienes reciben herencias inesperadas, es muy improbable que una persona se enriquezca en forma involuntaria.
Todo parte de un deseo consciente.

Si, ya lo sabemos... nos van a decir que casi todo el mundo quiere ser rico, solvente, sin problemas de dinero y demás.

Obviamente que estamos de acuerdo...pero la cosa es que son poquísimos los que van más allá de eso. No pasan del anhelo.
Quieren y nada más.

No hacen nada a partir de eso.

La diferencia está en los pocos que consiguen trascender el mero anhelo, y hacen el paso siguiente: averiguar, mirar, tratar de entender como funcionan las cosas, planificar, encontrar una oportunidad de desarrollar un emprendimiento u oficio... y sobre todo, no gastar todo lo que se gana.

Hay entonces una "tensión" entre el anhelo y la concreción de ese anhelo en la realidad. La gran mayoría se limita a querer, pero no sabe ni intenta saber cómo se puede lograr ese desarrollo.
Esa misma tensión, es la que genera, normalmente, ideas y conceptos equivocados.

Mal observado, mal analizado
En esa misma categoría de personas que no se atreven a apostar al desarrollo, son comunes conceptos tales como:


"La única manera de tener plata es siendo delincuente", (olvidándose que –independientemente de ser un delito- la riqueza mal habida, es a mediano y largo plazo, una de las formas más difíciles de ganar dinero)

"Soy pobre porque no robo", (olvidándose que la cárcel esta llena de delincuentes que siempre fueron pobres).

"Prefiero vivir la vida y no ser el muerto más rico del cementerio" (olvidándose que de esa manera en que viven, no es precisamente "vivir la vida").

"La gente de dinero, es mezquina" (se olvidan que solamente puede dar el que tiene. Al menos potencialmente, quien más tiene, m s puede dar).

"El dinero endurece el alma" (se olvidan que la falta permanente de dinero no la ablanda, precisamente)

"Hablar de plata es cosa de muy mal gusto" (pero parecen no darse cuenta de que si no hablan de plata en el momento oportuno, probablemente se pasarán el resto de su vida hablando de la plata que les deben a los bancos)

"La religión cristiana dice que no se puede servir a dos amos. No se puede tener dinero y ser un buen cristiano" (En realidad, los evangelios se oponen al pensamiento egoísta. Quien solamente vive para el dinero, sin pensar en vivir su vida, criar a sus hijos y ser feliz, es, esencialmente, ser digno de lástima, más precisamente, un imbécil. Pero el que no procura mejorar su vida y ser mejor, es un idiota y un desagradecido. Decía Max Weber, en “El espíritu del capitalismo” citando a otro autor, que “querer ser pobre es como querer estar enfermo”)

"No se puede ser tan materialista en la vida" (cuando en realidad, quienes a la larga se vuelven más materialistas que nadie , son justamente los que eligieron no hacer ninguna previsión, y se pasan TODA SU VIDA hablando, pensando, y actuando monotemáticamente, respecto del dinero que necesitan)


Y la lista sería interminable...

El perfil del fracasador económico
Lo más triste de todo, es que ese grupo de personas que no prosperan, se aglutinan en gran medida, en un segmento humano determinado, detectable por características comunes de comportamiento, que no reconocen diferencias de clases sociales.

Y esas características comunes son las conductas que operan como enemigos del desarrollo económico.

El consumo incontrolado
El elemento más nítido, es el apetito casi incontrolable por el consumo.

El dinero les quema en las manos y la compulsión al gasto es idéntica, tanto en el asalariado municipal que se gasta hasta el último centavo del aguinaldo en cuestión de horas, como en el médico que habiendo recibido una facturación extraordinaria ganada a lo largo de meses de trabajo, la gasta en menos de dos días, adquiriendo cosas que no necesita.

La vocación de tomador de créditos
A veces como consecuencia de lo anterior, otras veces como presa fácil de la ficción de comprar sin dinero inmediato, lo cierto es que aceptan de buen grado cuanto sistema de tarjetas de crédito se les ofrezca.

No solamente pierden mucho dinero a largo plazo, sino que pierden en forma muy temprana el control de sus gastos, pasando a ser carne cañón de acciones judiciales iniciadas por los bancos.

Lo peor es que los bancos rara vez ejecutan la totalidad de la deuda, sino que optan por refinanciar indefinidamente el pasivo. De esta manera, los deudores continúan pagando durante meses (y a veces años) solamente intereses, gastos y honorarios, sin reducir en un solo centavo el capital adeudado.

Y cuando consiguen salir (si de algún modo lo consiguen) de ese circuito tóxico de deuda, lo increíble es que en forma casi inmediata, obtienen otra tarjeta de crédito y vuelven a hacer otra vez lo mismo.
Las cadenas de la esclavitud de otros siglos eran de hierro. Ahora son de plástico. Y no se oxidan.

La paternidad irresponsable
La planificación familiar parece ser mala palabra para ellos.

Por regla, tienen más hijos de los que pueden mantener dignamente, muchas veces sin que la vivienda que habitan esté‚ en condiciones de albergar con comodidad a todos.

Para el caso de que la vivienda aún se encuentre en proceso de ser pagada al banco que les prestó el dinero, la noticia del nacimiento de un hijo más, los obliga a realizar ampliaciones que no están en condiciones de abordar. Y se internan en la dicotomía del dilema de hierro: O la construcción de un nuevo ambiente, o el pago de las cuotas del banco.

Y la prédica eclesiástica, no los ayuda. El mandato de "tener todos los hijos que Dios mande", se presenta como una visión idealizada de la vida, pero completamente disociada de la realidad. Y especialmente, de las reglas que da la experiencia.

¿Porqué? Porque el mandato de la paternidad ilimitada, tiene su origen en los textos bíblicos, todos ellos redactados antes de la revolución industrial. Siguiendo a Alvin Toffler, en su libro "La Tercera Ola", es bien claro que la humanidad pasó por tres momentos hasta la fecha: una primera ola, denominada agrícola, y luego, en el siglo XIX, por la segunda que es la industrial hasta llegar a la actual que es la tercera ola, llamada ola de la información.

¿Y esto que tiene que ver?

Tiene que ver en este aspecto: en los tiempos de la primera ola, cuando fueron redactados la mayoría de los libros sagrados de todas las religiones, la actividad humana era específicamente agrícola en su enorme mayoría. La tasa de mortalidad infantil era muy elevada y el promedio de vida apenas superaba los 40 años.

Ergo, tener muchos hijos, era una defensa natural contra la mortalidad y una forma obvia de perpetuar la especie. A eso se le agrega que al tratarse de una economía agrícola, no se diferenciaba claramente la posición de productor y consumidor.

Normalmente, se consumía lo mismo que se producía , configurándose la característica de "prosumidor" (o sea productor-consumidor, en la misma persona). Además de ello, a mayor cantidad de hijos, mayor cantidad de brazos para el trabajo rural. La familia numerosa, era , sin dudas, una ecuación perfecta para la producción agraria. A mayor cantidad de hijos, mayor bienestar familiar y a la larga, mayor bienestar general por el aumento de producción.

Y no sólo eso: los abuelos tenían una función clave, que era la de cuidar a los hijos más chicos, mientras el resto de la familia producía.

Pero con el invento de la máquina de vapor de Dionisio Papin y sucesivos inventos, ocurre el advenimiento de la revolución industrial y con ella , cambian progresiva y completamente las estructuras milenarias de organización del trabajo, lo cual afectó profundamente a la estructura familiar.

Antes, ocurría que el lugar de trabajo, coincidía con el mismo lugar donde se vivía. Se vivía en el campo y se trabajaba exactamente allí. La vivienda era necesariamente amplia y diversificada, pues servía tanto como lugar para vivir, como de depósito de elementos de labranza y ganado.

Pero con la instalación de la primera fábricas, el lugar de trabajo se disocia. Es menester que los obreros vivan cerca de las fábricas, y así se generan las primeras unidades habitacionales de departamentos, barrios obreros, sistemas de transporte y demás. Esas unidades, por naturaleza, debían ser reducidas en su tamaño, para que pudieran caber la mayor cantidad de viviendas en el menor espacio posible.

Eso llevó a una consecuencia, que se verifica en la menor cantidad de hijos. Además, al no tener espacio para que vivan los abuelos, no hay quien cuide a los hijos menores, lo que hace que surjan las primeras guarderías infantiles, y al mismo tiempo, los hogares de ancianos. La familia deja de ser la "familia global" (o sea, la de padre , madre , cuatro hijos o más y abuelos) para pasar a ser la "familia nuclear" (o sea , padre, madre y dos hijos).

En esa estructura industrial y post-industrial, un hijo más que se agregue a los dos que ya se tienen, pasa a ser un problema.

Y esa situación , actualmente, lejos de haberse modificado, es cada vez más estricta.

(Y nos apresuramos a aclarar que no se pretende poner en tela de juicio la importancia de la paternidad, ni algo tan noble y sagrado como es el amor hacia los hijos. Es más: lo sustentamos totalmente (y buena parte de la motivación de estas líneas, es exactamente eso: buscar desarrollarse para poder darle más oportunidades a nuestros hijos).

Pero el amor hacia los hijos , no es un recurso que se pueda medir. Si se tienen tres hijos, lo natural es que se va a amar intensamente a cada uno de esos hijos, de la misma manera que si se tienen doce. No se trata de eso. El amor y la pasión por el cuidado de los hijos, es algo propio de la naturaleza humana, algo sublime, que no puede bajo ningún punto de vista ser considerado con ligereza.)

Pero el desarrollo de una sociedad no se trata de la cantidad de hijos, ni de la superficie deshabitada que tenga un país o una provincia, ni la cantidad de recursos potenciales (tierras aptas para cultivo no aprovechadas aún, recursos a futuro y cualquier cosa que dependa de la voluntad gubernamental para generarse), sino de la suficiencia de medios para abordar la más alta responsabilidad que le puede caber a una persona, que es la de hacerse cargo del cuidado y educación de su familia.
Queremos dejar eso muy en claro.

Es doloroso aceptarlo, pero la realidad es que el dogma de "tener todos los hijos que Dios mande", sin tener la previsión económica para alimentarlos en todo el sentido de la palabra, solamente consigue disminuir a corto y mediano plazo, la calidad de vida de la familia en general, condicionando a la larga, el desarrollo del Estado a largo plazo, ya que se le impone la tarea de ocuparse de lo que los propios padres no se ocuparon.

Y el argumento sostenido por la Iglesia (u otras religiones), es poco convincente... especialmente si se considera que quienes emiten la recomendación (mejor dicho, la orden) de no limitar la cantidad de hijos, son precisamente quienes no pueden tenerlos, y normalmente nunca han tenido que afrontar la responsabilidad de alimentar, criar y educar a su prole con un ingreso bajo o con un ingreso fijo que a la larga termina siendo bajo, si la cantidad de hijos supera dicho ingreso...

La estética social
Otro enemigo poderoso del desarrollo, está constituido por el gasto social, o gasto de representación...o gasto tilingo. Como dice el escritor Jorge Bucay, ese gasto es "la estupidez al cubo": gastar lo que no tengo, para comprar lo que no necesito, para impresionar a gente que no conozco.

¿Quien no conoce cantidades de personas que viven en viviendas de baja calidad de confort, pero que cambian de auto cada año?

Esa compulsión al gasto, que decíamos antes, se complementa con la vocación de "pertenecer" a un segmento social más elevado, pensando que se puede acceder a él mediante la posesión de bienes suntuarios.

Además de ser un ambición bastante banal, lo cierto es que las personas de clase alta no adquieren los bienes suntuarios a través del crédito, sino que los pagan con las utilidades de sus inversiones. Es decir, sus bienes de lujo "se pagan solos", pues son el resultado final de las utilidades que produjo la capitalización hecha (normalmente) durante muchos años antes.

Los estúpidos al cubo, hacen lo contrario: sacrifican sus ingresos para adquirir esos bienes que se desvalorizan día a día. Es decir: viven para pagar los bienes suntuarios, sin que les quede margen de ahorro. A la inversa de las personas de clase alta, adquieren ANTES los bienes que las personas desarrolladas económicamente adquieren mucho después.

Una vez que se empezó a vivir de esa manera de adquirir bienes suntuarios demasiado temprano y a crédito, es casi imposible salir de ese circuito sin haber perdido mucho tiempo y dinero.

Las soluciones mágicas
Capítulo aparte merecen los "atajos" para la capitalización. Son millones las personas que apuestan (literalmente) a los juegos de azar para cambiar su suerte. De la misma manera que el barrendero de la intendencia juega todos los días de su vida a la quiniela, el que tiene un ingreso mejor , frecuenta los casinos, todos en búsqueda de ese "golpe de suerte" que les permita dejar atrás las estrecheces económicas.

Pero lo más increíble es la falta de capacidad de análisis de probabilidades: pareciera ser que no se dan cuenta de que en términos estadísticos, es imposible "ganarle" a los juegos de azar, porque las posibilidades de acierto son completamente remotas.

Se pierde siempre. Siempre. Siempre.

No se conocen muchos casos de casinos que hayan quebrado.
Bien se dice que hay una forma de salir millonario del casino. Para eso, primero hay que entrar multimillonario...

La previsión tiene mala prensa
Para esta gente, la previsión es vista como una mala palabra. Recurren en forma sistemática, al adagio de la distribución teofórica... o sea, "Dios proveerá... ".

Sin pretender poner en duda a la Divina Providencia, a ese mismo argumento se le puede contestar con otro: "A Dios rogando y con el mazo dando", como dice el equivalente refrán español.

Más allá del factor de fe, (cuya capacidad colosal de generar cambios y movilizar espíritus, lleva a sospechar su origen superior al hombre) que es ajeno a este análisis, no puede obviarse que en la mentalidad general, hay un implícito desprecio a la previsión.

En forma consciente o no, subyace la idea de que la preocupación por el futuro, es algo de lo que no vale la pena ocuparse. Siempre algo saldrá , siempre algo solucionará los problemas... algo o alguien... algo vendrá , algo ocurrirá , alguien lo hará .

"Ahorrar es cosa de pijoteros", pareciera ser la frase subyacente (cuando justamente, quien se ve obligado a no poder gastar más que lo indispensable, privándose de todo, y viviendo como el peor de los pijoteros, termina siendo a la larga, precisamente el que no ahorró nunca).
Y cuando llega el momento de ocuparse de los problemas, suele ser tarde. Muy tarde.

Inevitablemente, hay preguntas que obviamente se presentan, y que no encuentran respuesta.

No pensaron que si tienen más hijos y no mejoran su poder adquisitivo, nada va a hacer que mágicamente el dinero alcance?

No pensaron que comprar cosas a crédito, hace que quede comprometido el poder adquisitivo por tantos meses como duren las cuotas y que no se puede tomar otro crédito hasta que no se cancele el anterior? No pensaron que sea cual sea el sueldo, siempre va a ser insuficiente si se gasta más de lo que se gana?

No pensaron que si las jubilaciones que se vienen pagando hoy son bajas, nada hace pensar que las del futuro vayan a ser mejores? No pensaron que si las obras sociales no cubren determinadas intervenciones de salud por ser onerosas, nada hace pensar que mágicamente sean cubiertas el día de mañana?

No pensaron que muy probablemente no siempre van a tener buena salud, no siempre van a tener la misma energía, no siempre van a poder trabajar con la misma fuerza?
No pensaron, en definitiva, que no van a ser jóvenes por siempre?

Y la respuesta es NO.

No lo pensaron. No lo piensan. Ni siquiera se lo plantean.

Se limitan a ignorar, o a rechazar de plano, consciente o inconscientemente, lo que la vida viene enseñando desde hace miles de años, resumido en tantas metáforas y en enseñanzas bíblicas de vacas gordas y vacas flacas.

No ven o no quieren ver que el bienestar permanente es imposible, porque todo, absolutamente todo, tiene sus buenos y malos tiempos. Prefieren tomar de la Biblia , sólo lo que les conviene, olvidándose de Job, y de la parábola de los talentos.

"Mejor no pensar. Mejor no planificar. Mejor vivir el día"... Eso es lo que se extrae de observar su modo de vida.

La fábula de la cigarra y la hormiga, se les presenta como un libro blasfemo.
La premisa que les impregna su vida es el hoy. Vivir hoy, consumir hoy, disfrutar hoy...las consecuencias no importan. Mañana veremos.

Pero naturalmente, no es así como se logran los resultados que conducen al desarrollo.



Porque las consecuencias de la imprevisión, se hacen sentir en un plazo relativamente breve.

Imprevisión y emergencia
Y esa imprevisión, no está referida solamente al dinero, sino que es una actitud ante la vida que se proyecta en todos los aspectos.

Si tienen un auto o una motocicleta, no prevén que cada determinada cantidad de kilómetros de uso, deben realizarle el cambio de aceite. Si tienen gas envasado, no prevén la fecha aproximada de duración, sino que se limitan a ocuparse del problema cuando se les termine, aunque ello ocurra en pleno invierno.

Rara vez hacen una estimación o una proyección de hacer revisar las cosas de las que se sirven, sino que esperan a que se les rompan, o dejen de funcionar, para ver qué hacer.
Parece que no quieren darse cuenta de que la propiedad, NECESARIAMENTE trae aparejada la responsabilidad hacia el uso de las cosas, responsabilidad que va desde las consecuencias cotidianas, hasta las consecuencias jurídicas.

La palabra que mejor define su estilo de vida, es la emergencia.

Naturalmente, como consecuencia de la falta de previsión y renuncia consciente a responsabilizarse por las cosas que se tienen, (sin olvidar otros factores), siempre les falta dinero, y ello es debido a que "ocurrió una emergencia".

Emergencia porque se quedaron sin gas; emergencia porque les llegó sobregirada la tarjeta de crédito; emergencia porque están atrasados dos meses en la factura de la luz y tienen fecha de corte de servicio; emergencia porque se les recalentó el motor del auto y se pegaron dos aros; emergencia porque llegó una demanda por cobro de cuotas impagas de cualquier cosa comprada a crédito...

En realidad...para el que no sabe prever ni planificar, todo es una emergencia.

Bien se ha dicho que "La emergencia es, casi siempre, el nombre sofisticado de la imprevisión".

Obvio? Elemental? Pareciera que no.

Lo paradójico, es que no estamos hablando de personas débiles mentales. Por el contrario, hablamos de personas lúcidas, despiertas y muchas veces, muy cultas, que a diario nos sorprenden con su capacidad imaginativa, sus dotes de observación, su capacidad de improvisación, que se manifiestan en comentarios agudos, análisis políticos y sociales realmente originales, chistes ingeniosos, apodos y sobrenombres lúcidamente elaborados.

Se ve‚ que materia prima, hay de sobra.

Pero hay "algo" que no les permite hacerse cargo de su propia existencia.

Algo difuso, inasible. Algo complejísimo, nebuloso... algo que habita en los más recónditos pliegues del subconsciente, que les impide realizar la elemental tarea de sumar y restar, y consecuentemente, de planificar una inversión, de programar un gasto, de planificar su propia familia.

Ese "algo", se manifiesta como un "no-querer-hacer", y no un "no-poder-hacer".

¿Porqué?

Porque es clarísimo que sí pueden hacerlo. Es prueba de ello el trabajo de tantísimos empleados que tienen a su cargo elaborar un estado contable de la empresa donde trabajan (o de la repartición del Estado donde trabajan), y realizan cálculos , análisis de costos, proyecciones de gasto y demás, con total eficacia. Pero en rarísimos casos lo hacen para sí mismos.

Se parecen al ejemplo anterior del hachero, que es capaz de cortar decenas de metros de leña para otro, pero es incapaz de hacerlo para sí mismo.

¿Porque ocurre esto?

Aproximaciones a las causas de la desidia
Habíamos anticipado que el problema es, indudablemente, de carácter cultural.
A simple vista se aprecia que es un problema pluricausal.

Tiene muchas causas antecedentes que lo determinan, que van desde cuarenta años consecutivos de inflación crónica (que desalienta cualquier sentido simple de la planificación), pasando por la total falta de instrucción escolar y familiar sobre el sencillo arte de manejar la contabilidad doméstica.

A eso se le agrega (una vez más!!), la cultura del crédito como modo de vida (desde la libreta de almacén, hasta el abuso de la tarjeta de crédito), el consumismo, el gasto social innecesario.

Y por supuesto, no se puede excluir el sistemático despojo de ahorros llevado a cabo por el Estado, bajo denominaciones eufemísticas como "reprogramación de depósitos" "conversión de ahorros" y demás lenguaje técnico utilizado para justificar el decomiso del dinero de los particulares.

Y si pretendemos ir un poco más atrás...hay más elementos que se incorporan para definir esa vocación permanente de no hacerse cargo de la propia vida y de no mirar más allá del corto plazo.

Un poco de historia...
La historia institucional de nuestra Patria está llena de desgracias políticas, tales como los golpes de estado, las reformas fraudulentas de la Constitución Nacional, pasando por el dictado de permanentes normas de "emergencia", que modifican completamente las condiciones pactadas en cada contrato, transformado a la inseguridad jurídica en el pan nuestro de cada día.

Todo eso, desalienta totalmente la formación de un pensamiento previsor. Queda muy claro el mensaje subyacente de que nada es definitivo, todo es provisional y durará hasta que aparezca la voluntad ciclotímica del mandatario de turno, que decidirá , según mejor le parezca, qué debe continuar y qué no.

Ese desastroso manejo de la administración de un país, impulsa a la cultura de vivir el día y no pensar en el futuro, siempre cambiante, siempre incierto.

Y si retrocedemos más aún, llegamos al terreno de la época colonial y post colonial, donde durante décadas se puede resumir el estado general del país en la palabra inestabilidad.

Desde 1810 hasta la sanción definitiva de la Constitución Nacional (con la incorporación de Buenos Aires a la Confederación Argentina en 1860), transcurren cincuenta años de luchas internas, conflictos de poder, guerras civiles de unitarios y federales, que independientemente del grado de razón que pudiera caberles a cualquiera de los dos bandos, manifestaron un desequilibrio social de medio siglo. Medio siglo en el que producir, prever, y organizarse era prácticamente una utopía.

Y retrocediendo aún más, a la época de la conquista, vemos que desde la fundación de Santiago del Estero en 1553 hasta 1810, se instaura un sistema de poder caracterizado por ser un circuito económico cerrado.

Solamente España podía decidir qué se debía producir y qué no; con quien se debía comerciar y con quien no. Las posibilidades de inversión, siempre quedaban sujetas a lo que la corona española decidiera y las posibilidades de reclamo de derechos eran nulas. Tanto por la falta de leyes, como por la falta de tribunales. Cualquier cuestión legal que se pretendiera dirigir contra la corona española, moría ahogada en la burocracia del Consejo de Indias, siendo de destacar que los tribunales al efecto estaban ubicados en Charcas (actual República de Bolivia).

El proceso judicial, escrito, lento, caro y penoso por las enormes distancias, dejó la marca permanente de desconfianza en la administración de Justicia en el criollo, es decir, en el descendiente de españoles nacido en América.

También colabora ese sistema económico cerrado impuesto por España, repleto de trabas arancelarias, impuestos nuevos, regulaciones, tasas y estatutos, destinados a obtener una renta para la corona española.

En ese contexto, donde no hay forma de iniciar ninguna actividad productiva privada si no se tiene la aprobación de España (y por consiguiente, sufrir su mordisco impositivo), sencillamente se optó por preferir como inversión, la adquisición de la propiedad inmobiliaria, aunque no se la explotara jamás.

Naturalmente, era la inversión más segura, de lenta pero progresiva valorización, sin necesidad de hacer absolutamente nada. Bastaba conque hiciera otro o que siguiera creciendo la población. La mayor valuación , llegaba por si sola.

Y en el medio, el criollo.

Atrapado en una maraña de castas, privilegios y rentas solamente accesibles para españoles nativos, limitado en su capacidad productiva a lo estrictamente disponible y autorizado por la corona española, el criollo veía su propia suerte bajo el mandato implícito de "no hacer", "no innovar", "no inventar", "no crear".

El criollo y el indio
No es ajeno el componente aborigen, ya que muchos criollos eran hijos de padre español y de madre india.
Y no era muy distinta la suerte de los aborígenes, mucho antes aún de la llegada de los españoles.

En contra de las loas y alabanzas que Enrique Rodó les canta a los aborígenes, comparándolos con seres puros y semicelestiales, la historia enseña una crónica totalmente distinta.

La América precolombina, al igual que Europa y Asia, contó con colosales imperios. Los mayas, los aztecas y los incas, generaron sólidos imperios, basados en una magnífica capacidad de organización económica y técnica, y apoyados por un excelente sistema militar.

En el caso puntual de los Incas, su inmenso imperio se extendía hasta el norte argentino, en la región denominada por ellos como "Coyasuyu".

El inca conquistó a pueblos indios más débiles, no precisamente por su capacidad de diálogo y persuasión, sino mediante el uso organizado de la fuerza y su mayor cultura militar y administrativa. Esos pueblos indios menores, eran los collas, los diaguitas, los cacanes entre muchos otros.

No hace falta ser arqueólogo para darse cuenta de la inmensa distancia que existía entre los incas y los diaguitas.

Ah...¿no fue así?. Bueno, hasta la fecha, esperamos anhelantes encontrar una pirámide del sol diaguita, un observatorio astronómico cacán, o un sistema de escritura colla que nos saquen del error.

Pero hasta ahora, los hechos hablan por sí solos: había una distancia inmensa, de miles de años de diferencia evolutiva entre los incas y los pueblos aborígenes conquistados por ellos.

Como una forma de manifestación de esa conquista, se impuso el idioma del imperio incaico, y aún hoy nos queda el quechua como lengua existente en los lugares que fueron dominio del imperio incaico.

Y otra vez se presenta el esquema del poder del imperio sobre el "imperializado".
Al ser derrotados los incas (al igual que los aztecas), los pueblos indios menores, no ofrecieron ninguna resistencia considerable al conquistador español.
Porqué iban a hacerlo? Porqué defender a quien los oprimía?

Para el colla, el cacán o el diaguita o cualquier otro pueblo sometido al poder del imperio incaico, la derrota del inca en manos del español, equivalía a cambiar un opresor por otro. Cambiar de costumbres, cambiar de religión, cambiar de dioses, cambiar de idioma, pero en esencia, la estructura se mantenía idéntica: trabajar para otro a cambio de nada.

De nada servía trabajar más, querer hacer más, aspirar a poseer más, si , nuevamente, ocurría que no se les reconocía derecho a ser dueños de absolutamente nada.

Para qué esforzarse? Para qué intentar construir o mantener una identidad, una cultura, un idioma propio? Para qué tratar de aprender a leer el idioma del conquistador, si sabían que si ello ocurría implicaba la condena a cientos de latigazos o la muerte?

La mejor estrategia para sobrevivir era, justamente, no destacarse en absolutamente nada. Hacer lo que le digan, cumplir órdenes, no crear ni generar nada, y darse al único placer permitido: reproducirse.

Permitido, porque representaba para el conquistador una mayor cantidad de mano de obra barata, y cuantos más indios hubiere, mejor, y más barata sería.

En la desgraciada existencia de los indios, (con la enorme cuota de responsabilidad que por ello les cupo a los conquistadores) su vida se desarrollaba en un furioso hoy. No hay mañana posible. Sólo hoy. Vivir hoy. Comer hoy. Aparearse hoy. Embriagarse hoy. Mañana...nadie lo sabe.

La confluencia de estas dos raíces en el criollo (es decir, la de ser hijo de español nacido en América y carente de privilegios, sumado a la genética y cultura de opresión del aborigen), agregándole a ello un contexto que no estimulaba de ninguna manera a la iniciativa, son factores prácticamente determinantes de una actitud de desinterés hacia el desarrollo, de indiferencia y temor hacia el poder político y de desconfianza hacia las leyes.

Debemos aclarar otra vez: no nos referimos al "criollo" o al "pensamiento criollo" como un característica única de una determinada manera de pensar opuesta al desarrollo.

No pretendemos usar el término peyorativo, ni pretendemos ignorar cuanto hay de positivo en la cultura del criollo. Dicho sea de paso, su sentido de la solidaridad, su apego a la tierra, su sentido de nacionalismo, su intenso sentimiento de fe y religiosidad popular, nos enorgullecen y están fuera de discusión.

Apenas recurrimos al término "criollo" ( a falta de otro más preciso), como una manera de situar en un mismo grupo social, las características que consideramos opuestas al desarrollo.

No hay, bajo ningún aspecto, una descalificación a la totalidad de la esencia del criollo, sino a una determinada manera de comportarse , observada en contraposición con el progreso.

No debe olvidarse que en mayor o menor medida, nosotros TAMBIEN somos criollos. No es entonces una crítica, sino una autocrítica.


El criollo y el Estado
El criollo percibía al Estado, como una cosa ajena a él. Una cosa de otros. Una cosa impuesta.

¿Cuanto de eso habrá sido heredado culturalmente hasta nuestros días?

¿Existirá alguna relación entre el criollo de antaño que consideraba al Gobierno como un factor ajeno y temible, con el ciudadano que destruye los bancos de una plaza o las luces de alumbrado público o los espejos de las esquinas, como quien ataca a un invasor?

¿Habrá una relación causa - efecto entre el gaucho que durante años vivía en el mismo rancho, sin hacerle mejora alguna, y el ciudadano que obtiene una casa del Instituto de la Vivienda y no la paga ni le hace ningún mantenimiento ni ninguna mejora?

¿Habrá alguna relación entre el criollo que tenía su caballo mal alimentado (aunque sobrara pasto para darle), mientras anhelaba el caballo del patrón y el criollo actual que sueña con sacarse la lotería para comprarse un auto último modelo, mientras que el que tiene se le viene abajo por falta de mantenimiento?

¿Existirá alguna vinculación entre el gaucho que envidiaba el progreso del inmigrante, insultándolo y calumniándolo, con el criollo que se llena de rencor al ver el éxito del hijo o nieto de inmigrantes, que aprovecha todo su entorno, sembrando hasta en las macetas, mientras el criollo vocifera que los inmigrantes les quitan el trabajo?

¿Habrá alguna vinculación entre el gaucho de antaño que vivía en una superficie de tierra indeterminablemente extensa y jamás trabajada, y que solamente se alimentaba de carne, con el criollo que tiene una casa con terreno de sobra, pero que destina a ese espacio como basural, sin pensar jamás en generar una huerta o un gallinero?

Las semejanzas son demasiado evidentes como para ignorarlas, y buscar justificaciones u otras explicaciones, exige una elaborada arquitectura intelectual y retórica, que difícilmente convenza de lo que resulta palmario y salta a la vista. La inigualable prosa de Arturo Jauretche, en un colosal esfuerzo de justificar esa manera criolla de pensar, solamente logra sorprender, pero no convence. Los hechos son más fuertes que las palabras.

Criollos... en todas las clases sociales
Como dijimos antes, lo más cruel, es que esa matriz de "pensamiento criollo", tan opuesta a la idea de progreso y previsión, no es patrimonio exclusivo de la clase trabajadora, ni de los asalariados de menores ingresos.

Una parte de ese pensamiento, se encuentra enquistada con demasiada intensidad en el sector de clase media, que se puede reconocer por sus manifestaciones.

La misma aversión por el ahorro y por la previsión que se detecta en el criollo de la clase trabajadora, se repite en el criollo de clase media.

De la misma manera que el barrendero municipal se compra a crédito un equipo de audio desproporcionadamente potente, o un televisor inmenso que apenas le cabe en uno de los escasos ambientes de su vivienda, comprometiendo el 50% o más de su sueldo en las usurarias cuotas que deberá pagar, por su parte, el médico criollo compra un auto lujoso a crédito, a sesenta meses, comprometiendo sus futuras facturaciones en una proporción que llega a la mitad de su promedio, por los próximos cinco años.

De la misma manera que el ordenanza de la escuela pública, recibe la noticia del embarazo que anuncia el futuro nacimiento de su sexto hijo, lo mismo ocurre con el profesional criollo, que recibe preocupado la misma noticia. Los dos, en distintas viviendas, procuran superar la aflicción repitiéndose que "los hijos vienen con un pan bajo el brazo"...

En igual sentido, cuando después de un período de recesión económica, se anuncia el lanzamiento de una línea de créditos bancarios, o préstamos personales, se encuentran en la misma financiera los criollos de las dos clases sociales, ambos solicitando el mismo crédito (con distintos montos) para lo mismo: para el consumo (casi nunca para la inversión) o para pagar deudas acumuladas de viejos créditos atrasados.

De la misma manera, el asalariado criollo y el profesional criollo, sufren estrecheces económicas, se privan de elementos de bienestar a mediano y a largo plazo, por culpa de sus conductas y estilos de vida. Ambos , si son personas decentes, sobrellevan sus dificultades con dignidad, quizás consolándose mutuamente en la convicción de que "la calle está dura para todos".

Y ambos, esperan ansiosos que "algo pase". Que aumenten los sueldos, que mejoren los baremos y coeficientes de facturaciones, que les reconozcan en forma retroactiva el bloqueo de título, que se incorpore un adicional novedoso, que los asciendan...


Pero es en vano.

Porque aún cuando ello ocurra, los criollos encontrarán la forma de absorber ese margen de ganancia, contrayendo nuevos créditos, teniendo más hijos, viajando a lugares más caros...

Es nítida esa vocación de vivir hoy. Gastar hoy. Disfrutar hoy, como dijimos antes.

Y esa conducta es, sin dudas, la manera más perfecta de evitar el desarrollo económico. Es un circuito tóxico que se puede mantener por generaciones, en forma indefinida.

Los "inmunizados"
Pero al mismo tiempo, se verifica otro segmento mucho menor de la población que parece ser inmune al sistema de desahorro y de empobrecimiento progresivo que ataca a los criollos en forma casi exclusiva.

Ese segmento, mayoritariamente, se identifica con descendientes de inmigrantes, llegados al país entre 1890 y 1940.

Muchos (por no decir casi todos) de los descendientes de inmigrantes transoceánicos, conservan los rasgos de conducta, completamente opuestos a la cultura del crédito, del consumo, de la reproducción ilimitada, del gasto superfluo...

Y es que no hay nada más opuesto a la mentalidad de un inmigrante que tuvo la valentía de arriesgar su propia vida, suerte y destino, en un viaje interminable para radicarse en un país desconocido, que la cultura del gasto superfluo y de la imprevisión.

Por naturaleza, es todo lo contrario.

Es reacio a gastar en lo que no signifique una inversión productiva. Se resiste completamente a tomar créditos, salvo que sean destinados a adquirir bienes de producción. Aspira con ferocidad a capacitarse, a aprender, a conocer. Sueña con ser próspero, y consecuentemente, es ahorrativo, (a veces hasta lo inimaginable).

Probablemente , por ser formados en familias de férrea autoridad paterna, los hijos de estos inmigrantes mantienen esos rasgos durante varias generaciones.

No se puede negar que en varios casos, se verifica un "acriollamiento" de parte de algunos descendientes de inmigrantes, pero suele ser superficial. Muchas veces basta una sacudida económica, una situación de crisis más o menos severa, para que suela manifestarse esa cultura del progreso, aletargada bajo el barniz del "pensamiento criollo".

La "vergüenza" de no haber fracasado
En algunos otros casos se da un curiosa hibridación, en el descendiente de inmigrantes o en el criollo que logró cambiar su modo de pensar, que logra un desarrollo económico mas o menos importante, y se encuentra socialmente vinculado al sector social de clase media-alta.

Sus hábitos que lo llevaron al desarrollo, son ocultados como si fueran un pecado, como una forma de acatar reglas sociales criollas.

Oculta su hábito de ahorro y previsión, predicando a veces, sin convicción las mismas frases que enuncian los criollos, aunque no se le apliquen a él. Ahorra, pero no lo dice.

Se sacrifica, se priva de gastar innecesariamente, pero no lo comenta. Más se parece a un rasgo de buena educación que a una represión de sus verdaderos valores, pero de cualquier manera, se ve obligado muchas veces, a tener que ocultar la verdad.

Es increíble.

Es tan grande la presión negativa del medio social, que verdaderas virtudes, como lo son la capacidad de ahorro, el arte de auto limitarse en la tentación del consumo, la capacidad de prever, la capacidad de organización, terminan siendo ocultadas como si fueran lacras execrables, horrendos vicios inconfesables, solo por no contradecir la ceguera general.

Conclusiones
Las conclusiones iniciales, son amargas.

Lacerantes, porque al menos desde este punto de vista, se llega a la conclusión de que le asistía razón a Jean Paul Sartre, cuando decía "No hay excusas!".

La realidad de cada uno (salvo casos extremos y raros), es consecuencia directa de elecciones diarias y cotidianas, elecciones hechas día a día, que se manifiestan en efectos a corto, mediano y largo plazo.

No hace falta estar enrolado en las filas del existencialismo , para ver que eso es verdad.

Se avizora que existe una especie de terapia de grupo inmensa, que consiste en ponerse en el rol de víctimas y en "sacar la culpa afuera".

Nunca se hacen cargo de su realidad como consecuencia de sus propias elecciones. Siempre, la culpa es la del otro; del ineficiente gobierno, de la oligárquica historia, de los malditos inmigrantes, de la discriminadora sociedad, de la voluntad de los dioses, de la maldición de Francisco Solano...

El fenómeno de la cultura del desahorro, de la imprevisión, del malgasto, van de la mano con la chatura de vida, la falta de aspiraciones, la escasez de ansias de progreso, la búsqueda de la satisfacción inmediata, el egoísmo de satisfacer YA todos los apetitos, sin que importen las consecuencias...

Pareciera ser que se trata de un fenómeno cultural, de cientos de años cíclico y consecuentemente, reiterativo, persistente y perfeccionado en el error, alentado por décadas de gobiernos que han fomentado la cultura de la empleo-dependencia, del crédito como forma de vida, que solamente se ha visto apenas reducido gracias al flujo cultural inmigratorio transoceánico.

Esa cultura transoceánica (que incluye a inmigrantes europeos, pero también árabes y asiáticos), esencialmente distinta, progresista, esforzada y previsora, que choca irremediablemente con la filosofía de vida económicamente autodestructiva del criollo, alentada irresponsablemente por pseudo intelectuales que van desde las inexplicables alabanzas al gaucho del Martín Fierro (que equivale a poner como ídolo nacional a un delincuente y a un resentido social), pasando por los "autores revisionistas" de la historia (en buena parte –sino en mayoría- , terratenientes por herencia, no por mérito propio) que hacen malabarismos dialécticos para justificar lo injustificable.

Insistir en eso, es ignorar conscientemente los hechos; es no querer ver que este país ha gastado fortunas en planes y recursos para educar al criollo, sin lograr ningún resultado válido.

Es no querer ver que la única forma que los criollos tienen de vivir, es la de tener un patrón, sea una persona o el Estado. Y un patrón, en todos los órdenes de la vida.
Un "padre" que los cobije, los proteja y los sustente. Por tras de eso, van cediendo progresivamente sus grados de libertad, y son perfectas máquinas de fabricar tiranos.

Es no querer asumir que el criollo, en su estado de mayor pobreza, no valorará jamás lo que se obtiene por la dádiva y el subsidio, y que pretender terminar con el problema de esa manera, es querer apagar un incendio con nafta.

De seguir así, irremediablemente los criollos, tendrán más hijos de los que puedan mantener, pedirán subsidios, viviendas de emergencia que jamás pagarán, y el circuito continuará indefinidamente. El que les "provea" sus pedidos y requerimientos, se asegurará una cuota de poder cada vez mayor.

Y no se soluciona, repetimos, con la "educación" (entendida como la instrucción formal que conocemos hasta hoy), porque por regla, si el criollo llega a tener el mérito de capacitarse pero no modifica su forma de pensar, el resultado no cambia mayormente, pues la instrucción primaria y secundaria y hasta la universitaria, no modifican una pauta cultural fortísima que llevan dentro: buscarán, repetimos, alguien que les "dé trabajo", porque no saben generárselo, aún cuando sean eficientísimos en su trabajo, oficio, ciencia o arte. Son, como decía Simón Bolívar, “mendigos sentados en bancos de oro”.

Esto es algo que la Generación del 80 lo vio con claridad, anticipándose 130 años al problema: el criollo (o el gaucho o como se le quiera llamar) , no tiene solución a corto plazo. No tiene aptitud para generarse soluciones de desarrollo por sí mismo.

Intentar educarlo en la cultura del desarrollo y del progreso, es una tarea titánica...que hasta la fecha, (quizás por no haber sido bien implementada) no ha producido los resultados esperados.

Ni las prédicas eclesiásticas o religiosas que insisten en fórmulas exculpatorias que no logran ningún resultado, ni los cínicos discursos políticos que solo aspiran a adularlos para munirse de sus votos a cambio de bolsones, se atreven decir lo que debería ser la premisa esencial de toda intención de desarrollo: la pobreza, no da derechos. La pobreza...da lástima.

La conclusión es terrible: a pesar de la educación, de los intentos de justicia social, de los esfuerzos políticos y espirituales... el criollo no aspira a nada.

Sólo quiere vivir hoy. Como ya dijimos antes, razones, no le faltan. Motivos, tiene de sobra: un inmenso bagaje cultural e histórico que lo ha victimizado por más de trescientos años (o quizás más, si contamos dominaciones hechas por los propios indios), lo condiciona horriblemente.

Ante ese resultado... se concluye que el desarrollo sólo ha sido posible sin el criollo como protagonista. O a pesar de él.

Pero...

Pero existe un excelente posibilidad, que sale como contraposición del análisis anterior. Una posibilidad que está al alcance de la mano de cualquier persona.

Y esa posibilidad, es que felizmente no existe un determinismo cultural irreversible, no existe una condena inapelable a quedar sumidos para siempre en el fenómeno de la atrofia del desarrollo.

Felizmente, no se necesita haber nacido en determinada familia, o tener una determinada estatura, o un determinado color de ojos o de piel... Sólo se necesita QUERER HACERLO.

Esa proverbial capacidad de adaptación del criollo, (que tantas veces le ha jugado en contra, adaptándose a la cultura de "no hacer"), es la misma que lo puede hacer crecer sin límites. Si concentrara su valiosísima capacidad de observación en asimilar las conductas de los que han logrado un desarrollo económico genuino, se daría cuenta de que todo depende de él mismo.

A partir de la experiencia histórica, se concluye que para cambiar , basta con QUERER cambiar eso y actuar en consecuencia.

Basta con tomar conciencia, con darse cuenta de que repitiendo lo que no funciona, no se logrará jamás que funcione.

El primer paso para superar la barrera de la atrofia en el desarrollo, después de haber tomado conciencia del problema, pasa por asumir la necesidad de aprender.

Y la mejor manera de aprender, la forma más natural que todo ser humano tiene, es la imitación.

De la misma manera que se aprende a hablar, a caminar y de la misma manera que se aprenden prácticamente la mayoría de las destrezas cotidianas de la vida, también por imitación se aprende a realizar las conductas y hábitos que conducen al desarrollo.

Tomar conciencia del límite de gasto, suprimir las compras a crédito, limitar el apetito de consumo, descartar el gasto social innecesario. Ejercer, en suma, la virtud de la templanza. Virtud tan al alcance de la mano como el sentido común.

Y sobre todo, aprender la conducta del ahorro, de la planificación, de la previsión.
Imitando, leyendo, investigando. No hay forma de que se pueda terminar perjudicado.

Porque una verdad de la historia (y más aún, de la historia evolutiva de las especies, considerando las hormigas, las ardillas o cualquier otro bicho que logre sobrevivir a los cambios de clima extremos) es que la capacidad de ahorrar es la base de absolutamente cualquier desarrollo económico.

Como consecuencia de gastar menos de lo que se gana, y citando a Benjamin Franklin, el resultado final, será SIEMPRE e inevitablemente un enriquecimiento, en mayor o menor grado, pero siempre, será una mejoría económica, traducida en vivir en forma REALISTA.

Vivir en forma ACORDE a los ingresos que se tienen, y planificar razonablemente la cantidad de hijos conforme a ese parámetro.

Prever lo previsible, planificar razonablemente... todo eso es consecuencia directa de la capacidad de ahorro.

Esa capacidad de ahorro, que es a la vez una formidable dosis de autoestima y de libertad individual.

Porque el que guarda, normalmente experimenta esa sensación de "solidez", de estar más allá de lo urgente, y por eso mismo, no es propenso a inclinar su cabeza ante el gobernante o patrón de turno, para suplicarle que no lo despida, que le dé un trabajo o que lo ascienda.

Todo eso, ese desarrollo no es algo que se vaya a lograr a través del crédito internacional, (ya que es vergonzoso ver que en los últimos 50 años, nos hemos comportado como país exactamente igual que el criollo que pide un crédito para pagar otro que debe desde antes), ni se consigue intentando justificar lo injustificable.

El desarrollo de un país, en definitiva, comienza por el desarrollo del individuo. Y el desarrollo del individuo no se relaciona con abstractas fórmulas económicas, sino con un elemento fundamental, que es la cultura del desarrollo, que no se enseña en ninguna escuela ni universidad, sino que comienza en el hogar mismo.

Los principios del orden, de la puntualidad, de la disciplina, del cuidado de las cosas, de la valoración del dinero como fruto de horas de trabajo, y consecuentemente, del ahorro y la previsión, donde verdaderamente se aprenden, es en el propio hogar.


De qué hablamos entonces...
Esta reflexión, no se trata de "juntar dinero". No se trata de buscar el desarrollo económico como última razón de la existencia, ni mucho menos.

Se trata de intentar demostrar que hablar de eso, es hablar también de libertad. Se trata de ser cada vez más libre, más difícil de ser dirigido por otros, más señor de uno mismo.

Se trata, en definitiva, de hacerse cargo de la propia existencia.

Se trata de una verdadera SOBERANIA INDIVIDUAL.

Se trata de ese elemento que es el que hace la diferencia en necesariamente todos los órdenes, en todos lo pueblos, en todas las culturas.

Se trata de trata de la mismísima DIGNIDAD DE LA PERSONA HUMANA, en su aspecto más tangible, directo y práctico, que es el de ser, en la mayor medida posible, el dueño de su propio destino.